LA CASA AZUL





NOMBRE(S): Casa Azul, colegio San Francisco de Asís Capilla San Lorenzo de Brindis
CATASTRO:
-Comuna: 02
-Barrio: 9
-Manzana: 22
-Predio: 2
RÉGIMEN DE PROPIEDAD:
Privada: religiosa
LOCALIZACIÓN:
-Depto.: Antioquia
-Región: Valle de Aburra
-Mpio: Bello
-Barrio: La Cabaña
-Direc: cr.58 No27 B-21
CATALOGACION: Arq. Domestica
ÉPOCA DE LA CONSTRUCCION: 1890 Casa original, 1989 Rehabilitación
Capilla 1971
USOS:
-Actual: Vivienda, Capilla, Colegio
-Original: Casa Finca de la Hacienda
VALORACIÓN:
-V. Arquitectónico
-V. Urbano
-V. Testimonial
-V. Simbólico
-V. Uso
-V. Referencia
NIVEL DECLARATORIO:
-Existente: Ninguna
-Sugerida: BIC-M
DESCRIPCIÓN GENERAL:
Este conjunto de edificaciones se encuentran ubicadas en la comuna 2, barrio la Cabaña. En un amplio lote de la esquina de la carrera 58 con calle 27 B. El predio fue parte de una hacienda de mayor extensión comprendida entre el rio Medellín y el cerro el Picacho llamada “La Cabaña”, allí funciono hasta 1965 un hato de propiedad de don Manuel Mejía y su familia. Con el tiempo y la natural subdivisión  de las tierras cercanas a las áreas urbanas, el lote fue incorporado al perímetro urbano y destinado en gran parte a las urbanizaciones La  Cabañita, construidas con casas unifamiliares y bifamiliares.
La casa original de la hacienda que  data 1890 y su predio inmediato fueron entregados en 1974 a la Arquidiócesis de Medellín, que a su vez los encargaron a la comunidad capuchina para fines educativos. El colegio fundado fue llamado San Francisco de Asís inicio la primaria en 1982 y el bachillerato en 1989. Por esta época demolida y rehabilitada la casa original y se construyeron las instalaciones del colegio. En 1971 se construyó la capilla para el servicio del colegio y de parte de la población asentada en el sector (1). Los antecedentes de la casa original, su arquitectura y los usos, religioso y educativo que se realizan en este inmueble hacen que sea un conjunto reconocido y valorado por la comunidad.
HACIENDA HASTA MEDIADOS DEL SIGLO XX
Hacia finales del siglo XIX existía en territorio de hato viejo una gran extensión de tierra destinada a la ganadería, propiedad de una familia de apellido Mejía. El matrimonio , conformado por Manuel Mejía y su esposa Amparo Inés, fueron quienes hicieron construir la casa de la hacienda por el año de 1890, que se llamó por un tiempo “La Cabaña”, pero que es más conocida como la Casa Azul. Aunque todo el territorio que comprendía la hacienda era destinado para la ganadería, la familia visitaba con regular frecuencia la casa, especialmente los fines de semana, en donde pasaba sus días de descanso. Según conservan en la memoria los más antiguos pobladores de la zona, aquella propiedad iba desde la Avenida, hoy en día la Autopista Norte, hasta el Cerro el Picacho; según datos oficiales, la propiedad empezaba desde la ribera del rio Medellín, tierras en las que se podía apreciar gran cantidad de árboles tales como mangos, guayabos, siete cueros y chumbimbos entre muchos otros frutales y las bestias caminando por los pastizales.
Los esposos Mejía dispusieron en su testamento dejar la Casa Finca en manos de la arquidiócesis de Medellín con el fin de que se conservara. El resto de la propiedad fue objeto de la sucesión entre sus herederos, hijos y hermanos, quienes a su vez, fueron vendiendo a las urbanizadoras de entonces, siendo la Nacional, la primera en comprar los terrenos aledaños a la autopista, den donde construyo en el año de 1971 Barrio Nuevo y para el año de 1988, los barrios La Florida y los Guayacanes. En los años siguientes se construyeron los barrios la Cabaña y la Cabañita, acogiendo el nombre de las dos haciendas que habían en aquel territorio de los Mejía.
SALVADA DE LA DEMOLICIÓN
Una vez la casa le fue entregada a la Arquidiócesis de Medellín a comienzos de la década del setenta, está la entrego a su vez en comodato a los Monjes Capuchinos quienes la tuvieron en su poder hasta el año de 1987, cuando regreso a manos de la Arquidiócesis. En este tiempo los hermanos fundaron el colegio San Francisco de Asís, y empezaron a construir las aulas en el lote contiguo a la casa. En los siguientes dos años la casa fue morada de los sacerdotes que eran nombrados como titulares de la parroquia San Lorenzo de Brindis, hasta que llego en el año de 1989 el padre que aun hoy continua en la casa y quien la salvo de la completa demolición.
Según recuerda Hernando Duque, quien está al servicio de la casa desde hace más de once años, el mismo emprendió la demolición de la vivienda por órdenes del antiguo sacerdote a quien no le gustaba la vieja Casona. Incluso relato  el empleado, el padre nunca la habito, y en cambio, pidió que el construyeran una habitación en la zona en donde está el colegio.
Al llegar el nuevo sacerdote, más de la mitad de la vivienda yacía arrumada en el piso: montones de tierra y numerosos pilares, puertas, ventanas, tejas de barro, trozos de chambranas y piedras estaban  acumuladas en la parte trasera. La casa aparecía mutilada y los corredores que formaban la “C” estaban cortados y los vanos habían sido tapiados; la gente de la zona acudía a la casa para llevarse los antiguos pero buenos materiales con que habían construido la vivienda. Según recuerda Hernando, el padre en aquel entonces solo pensaba dejar en pie la fachada que queda sobre la carrera 56, lo que actualmente comprende las habitaciones del actual sacerdote. Contrario al ausente padre, el que llego lo primero que hizo fue suspender le demolición “Como así Hernando, usted tumbándome la casita…”, le dijo el padre al trabajador, quien le respondió que si no lo hacía, seguramente otro lo habría hecho a lo que el padre le replicó: “pues como le parece que va tener que construir lo que tumbo…”  y acto seguido, con los pocos ahorros que tenía en su haber y con el acompañamiento de sus amigos, entre ellos los arquitectos María Cecilia Saldarriaga y Alejandro Morales y  el ingeniero  Carlos Montoya, el padre emprendió la reconstrucción de una parte de la casa que había sido demolida, la restauración de la casa que sobrevivió  a la demolición  y la construcción de la capilla, todo respetando la arquitectura.
Fueron diez años los que se invirtieron en le recuperación de la casa, en donde actualmente funciona la vivienda del sacerdote y algunas instalaciones del colegio, como una sala de juntas y la rectoría. Hoy en día, se adelanta la adecuación de la parte inferior de la edificación para instalar allí un jardín infantil que recibirá niños a partir de los cuatro años de edad este espacio corresponde a la parte delantera de la vivienda que esta sostenida sobre pilares de ladrillos formando un sótano construido con el fin de nivelar la pendiente del terreno.

ÉPOCA COLONIAL
Tras el descubrimiento del valle de aburra en el año de 1541, por el teniente de Robledo, Jerónimo Luis Téjelo, las tierras pasaron  a manos de los españoles, quienes las entregaron a su vez, no solo a sus herederos, si no a sus huestes como pago por sus servicios a la corona, esta sucesión  y multiplicación de propietarios fue fraccionado el territorio. Ya estos “nuevos propietarios” establecieron haciendas ganaderas y en menor proporción. Ya para el siglo XVII la zona de niquia, se caracterizó por los hatos, los corrales y las rancherías que había en  el territorio